
Julián: “El hombre que hoy nos mira”El reconocido periodista y escritor esquinense recuerda al sacerdote y al chamamecero pero sobre todo al hombre a través de estas líneas.Julián nos mira. Nos está mirando. El hijo, el hermano, el padre, el compañero, el soñador, el sacerdote, el poeta, el juglar, el sabio de la aldea, ¡el hombre! Julián enteramente humano en su vida y hasta en la muerte, su pascua. Lo humano es la esencia de “esto que somos”, de esto que es, Julián total.Julián, el hijo, de un Dios-Padre-Madre, Ñamandú, Ñanderú Guazú, al que sabe cantarle cada día con el canto nuevo de la cosecha en ciernes. De una Madre que acuna, la “Doña María”, la de Itatí, con “carita de nogal y manitos de timbó, che sy de los avá del viejo Yaguarón” que abraza como el río que besa sus pies, y te hace hijo en el Hijo de su Carne. Julián hermano, junto a sus hermanos, presencia viva en el tiempo nuevo de la madre-tierra, en el tiempo rudo de los perseguidos, en el tiempo florecido en sangre inocente, en martirio y llamarada de la Cruz de Antonio Gil. Compañero de tantos Ramones nuestros, de tantas Ramonas Rosas Vallejos, acompañante del sufrimiento de su gente, del anciano olvidado, del joven sin rumbo, de la familia estéril, del que no tiene lugar en el azaroso partido de la vida. Hermano en el corazón del pueblo, camina con él y se hace Eucaristía, presencia y memoria, voz y profecía. “Arandú guazú” , en su mirada, en su silencio y en su consejo, anida toda la sabiduría del río. Su bondad es acción y sus renuncias un signo cotidiano. Hermano en el desafío compartido. ¡Neike chamigo! Julián, el sacerdote, el “paí”, hombre plenificándose en la entrega. Buscador de Dios y de sentidos últimos. “Encontrador” del Dios-Amor-familia-comunidad, encarnado en un tiempo y para siempre. Trabajador de la utopía del Reino, sueño del Crucificado. Abriendo surcos en el suelo posmoderno. Liberador que busca la tierra-sin-mal como espacio de libertad para su pueblo. Místico al punto de comprender cada ápice del barro humano. Profeta kerigmático en templos y escenarios, en los atajos del camino y en las comunidades de base, en las calles y en las fiestas, en el campo y en la universidad. Julián prodigándose en el ministerio, cercano a los dolientes y también a los sonrientes, celebrando con ellos las tres “b-v” (bautismo/boda/velorio) que marcan las dimensiones sacramentales de nuestra América profunda. Celebración y acompañamiento. Humanidad entera desplegada, ocupándose del otro más allá o más acá de sus circunstancias. Perdonando. Julián-sacerdote-compañero, como Jesús de Galilea camina con su pueblo a tiempo entero, lejos de ritualismos extraños, reconcilia el rito con la esencia. Partiendo y compartiendo la profundidad de una fe que lo atraviesa. Julián de la palabra. Signo identitario de lo humano. Repite una y otra vez, que tantos siglos “nos callaron” y tanto pretendieron enterrar nuestra lengua, que es la hora del hablar, de ser profetas. Él empeña su palabra en la verdad y hace de la honestidad, su emblema. Dice lo que piensa, obra lo que dice. ¡Coherencia! Su palabra nace del silencio y se fecunda en canto para hacerse carne y pueblo y recién allí, chamamé. Julián de la poesía, fraguada en el buceo y conocimiento profundo y sensible del hombre y la mujer de su tierra. Su poética es sustancia pura, nunca vacua. No es un conjunto de palabras líquidas, más o menos lindas y escogidas o sensibles o impactantes, con determinado ritmo y métrica. Tampoco una mera descripción telúrica. Menos aún la pretensión de una egolatría intelectual y demostración de saberes aprendidos. Su poesía es el ser humano, al desnudo. Un tratado completo de antropología o teología es capaz de hacerlo dos versos para cantarse por la calle o en las plazas y hacerse tuétano del hermano. Su lírica es anuncio y es denuncia. Saca a la luz lo antiguo y lo nuevo, mira hasta las raíces sepultadas en la tierra, para que sea la memoria agradecida el compromiso del mañana. Nos hace tomar conciencia de una realidad que nos penetra. No describe, inquiere. No enuncia, encarna. Hace un denodado esfuerzo por hablar el idioma de todos, el idioma “humano”. El mismo en que las comadres de Mercedes y los compadres del Paí Ubre saben entenderse. A todos quiere tentar con “su verdad”, su canto, su grito, su palabra. En sus versos habita el joven estudiante y el obrero de una fábrica de una ciudad que despersonaliza, la abuela y la maestra de campo, la mujer “amiga, novia o compañera” y el hombre que necesita del vino para “sentirse hombre” y empezar a hablar, a decir su verdad callada, escondida y hecha grito, ser libertad. Bendita libertad que la encuentra en el Evangelio que lo lee en los rostros y gestos de su gente. En sus composiciones se abreva el “avío del alma”, para sustentar en la diáspora y el desarraigo, la muerte y la vida, la historia y el porvenir, la soledad y la desazón que siempre dan paso a la esperanza.Julián el “decidor” de las cosas más hondas de la manera más simple. El bastonero de la fiesta, el presentador de la alegría, el que comparte lo que tiene para develarnos lo que somos. No busca el aplauso porque sí, por vanidad o egolatría, busca movilizar más conciencias que manos aplaudiendo. Así será “viento y fuego” su revolución soñada, la de ser comunidad que se hace compartiendo. ¿Y si esa revolución no llega? La seguirá soñando. Fatigándose, gastándose y desgastándose para que la dignidad humana sea la meta, hasta llegar al sapukai profundo de la sangre. Julián el artista. Sobre el escenario, es fiel a sí mismo y allí prolonga su mensaje de fe, con la voz firme y la mirada tierna. Es padre y hermano, en las sombras de la espera y en las luces de la multitud. Diciéndonos, se dice. Diciéndose, contempla. Y al punto, todo un estadio es un gran templo, donde el hombre oficia su reconciliación consigo y con la vida. Julián Gerónimo, “correntino de las Misiones”, y ya es toda una definición. Hombre de mixtura, es decir, de encuentro, de unidad, de mestizaje, de integración. Ser “correntino de las misiones”, es tener la raíz en la sangre de esta tierra y el vuelo en la trascendencia que hace al hombre ser tal.Identidad, comunidad, memoria, esperanza, amor, Dios, entrega, contemplación, silencio y palabra, son algunos de los sustantivos que hacen de Julián, el hombre, un arquetipo. sSu Padrenuestro“Diosito, Papá querido, que tu Nombre sea honrado, que llegue ya tu reinado y se haga tu voluntad, que a nadie la falte el pan, que tu Amor nos dé el perdón, nos cuide en la tentación y nos proteja del mal.” Amén. Víctor HernándezEscritor.El que nos dejó es el hombre, el amigo. Hoy despedimos al Julián que siempre estaba.561Personas alcanzadas13InteraccionesPromocionar publicación
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