Actividades de monseñor Adolfo Canesin obispo de la Diocesis de Goya en la localidad de Esquina Corrientes
Día miércoles 25 , 17 horas confirmación en el templo de Santa Rita de Casia con la comunidad de parroquia Santa Catalina
20 horas conferencia de prensa con todos los medios de la localidad lugar parroquia Santa Rita
Día jueves 26 charla tema prevención de drogas
9 horas colegio secundario en Esquina Calle Carlos Longa esquina Mancini
11 horas radio del Río Comunicándonos Calle San Martín 479
15 horas escuela técnica Juan Ramón Vidal Mitre y Berón de Astrada
17 horas colegio Divino Salvador Mitre esquina Primera Junta
18 horas marcha desde Mitre y Primera Junta hasta el templo parroquial con todos los clubes , establecimientos educativos y comunidades participantes , en el atrio se realizará un mensaje final con monseñor Adolfo Canesin y el pastor Luis Vallejo
19 horas confirmación con la comunidad de Santa Rita de Casia.
Elaboraron un plan de protección para caballos peregrinos El médico veterinario de San Luis de Palmar, Lino Daniel Barrios (M.P. 1395), en diálogo con Radionord detalló de qué se trata esta iniciativa.
”Antes de la tradicional peregrinación del 13 y 14 de julio, el programa desplegará una amplia campaña de difusión y capacitación para jinetes, carreteros y agrupaciones gauchas”, explicó.
A través de redes sociales se compartirá información clave sobre: Alimentación e hidratación adecuada Higiene y baños equinos Organización del descanso Atención veterinaria durante todo el trayecto
Se dispondrán tres equipos veterinarios con profesionales y estudiantes avanzados: dos en puestos fijos y uno móvil que acompañará el recorrido.
Esta estructura también se activará en el regreso de la imagen de San Luis, los días 17 y 18 de julio.
Varias familias ya fueron trasladadas al centro de Evacuados de ante el avance del agua. Según informes oficiales, la altura del río podría alcanzar los 9 metros en las próximas horas.
Según los informes oficiales, la altura del río podría alcanzar los 9 metros en las próximas horas, superando el nivel de evacuación fijado en 8,50 metros. Por esta razón, se comenzó a evacuar preventivamente a los vecinos que viven entre las calles 25 de Mayo y Pellegrini de localidad, zona considerada de alto riesgo ante el aumento del caudal.
Las personas evacuadas están siendo alojadas en el Centro de Evacuados del ex Regimiento N°5, espacio que fue acondicionado con el apoyo del Ejército Argentino. Allí se les brinda alimentación, atención médica, contención emocional y asistencia integral.
Desde la gestión municipal que encabeza el intendente Martín “Tincho” Ascúa, aseguraron que se está trabajando de manera coordinada con Defensa Civil y otras áreas operativas, monitoreando minuto a minuto la evolución del río y preparando respuestas rápidas ante cualquier nuevo requerimiento.
Se recomienda a la población mantenerse informada a través de los canales oficiales del Municipio y comunicarse al número gratuito 103 de Defensa Civil ante cualquier emergencia o solicitud de ayuda.
La joven peregrina santafesina Lucía Mansilla llevó una imagen de la Virgen de Itatí al Vaticano, durante la Catequesis Papal con León XIV.
“Como María, peregrinos de esperanza”, publicó la joven en sus redes sociales con fotografías y videos de la «madre de Corrientes» y el Sumo pontífice.
A lo que agregó: “Mi corazón te pertenece, caminas conmigo para siempre. Te amo Nuestra Señora de Itatí».
La postal se viralizó rápidamente en las redes sociales generando cientos de reacciones y comentarios de fieles.
Esta narración de audio fue creada a partir de una versión específica de este artículo y no refleja las posibles ediciones subsiguientes.Más artículos grabados
Su padre, Domenico Belgrano Peri, o bien Domingo Belgrano y Pérez, tal como firmaba, era de origen italiano, oriundo de Oneglia, en Liguria.[11] Era un comerciante autorizado por el rey de España para trasladarse a América y había llegado a Buenos Aires hacia 1753.[12] En 1769 obtuvo carta de naturalización para poder «vivir, comerciar y obtener empleos de República… en los Reynos de Indias».[13] Figuró entre los comerciantes opulentos que se empeñaron en lograr el establecimiento del Consulado de Buenos Aires, del cual Manuel iba a ser su secretario. El hecho de que su familia tuviera como jefe a un ligur hizo que la familia Belgrano poseyera más libertad de acción, lo cual posibilitó una mayor amplitud de actividades y de criterios que tuvo su máximo exponente en Manuel Belgrano.[14] Pero en 1788 Domingo se vio envuelto en un proceso judicial por considerárselo cómplice en la quiebra de un funcionario real de la Aduana. El virrey Loreto ordenó su prisión y el secuestro de todos sus bienes. Hubo un muy largo proceso judicial que Manuel se ocupó de seguir atentamente para poder ayudar a su padre. Finalmente, en enero de 1794, siendo ya virrey Arredondo, una sentencia le restituyó la plena libertad de sus derechos y el goce de sus bienes, absolviéndolo de culpa y cargo, pero la fortuna familiar quedó fuertemente mermada, y Domingo falleció en septiembre de 1795, justo al poco tiempo de que su hijo Manuel regresara de España.[15]
Tuvo quince hermanos —dos de ellos sacerdotes— entre los cuales se destacaron como «patriotas» Francisco, Joaquín y Miguel Belgrano.
Entre febrero de 1789 y enero de 1793, Belgrano realizó la pasantía de abogado, necesaria para lograr el título de licenciado. La mayor parte de esos cuatro años de práctica profesional los realizó en Madrid, en el bufete de Francisco Clemente que se encontraba en la antiquísima torre de los Luxanes, en la plaza de la Villa, frente al Ayuntamiento.[16]
Siguió los acontecimientos de la Revolución Francesa de 1789, que le influyeron hasta el punto de hacerle adoptar, como a José de San Martín, el ideario revolucionario de finales del siglo XVIII. A partir de éste, ambos orientaron su desempeño en la vida política hacia las necesidades fundamentales de todo pueblo: soberanía política y económica y posesión de los territorios que explotan a partir del trabajo. Tanto Belgrano como San Martín fueron firmes creyentes en el desarrollo nacional a partir de las industrias, la producción y el comercio de bienes dentro de un marco de justicia.
La Revolución francesa fue un importante tema de discusión en Europa durante la permanencia de Manuel Belgrano.
Belgrano se rodeó de la élite intelectual de España, y por aquel entonces se discutía sobremanera la reciente Revolución Francesa. Los cuestionamientos al derecho divino de los reyes, los principios de igualdad, fraternidad y libertad, y la aplicación universal de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano estaban en boca de todos. En esos círculos se consideraba imperioso refundar la nación bajo principios similares, y quienes no estaban de acuerdo eran tachados de tiranos y partidarios de ideas antiguas y desprestigiadas.[17] Años más tarde escribiría en su autobiografía:Como en la época de 1789 me hallaba en España y la revolución de Francia hiciese también la variación de ideas y particularmente en los hombres de letras con quienes trataba, se apoderaron de mí las ideas de libertad, igualdad y fraternidad, y sólo veía tiranos en los que se oponían a que el hombre, fuere donde fuese, no disfrutase de unos derechos que Dios y la naturaleza le habían concedido, y aún las mismas sociedades habían acordado en su establecimiento directa o indirectamente.[18]
Belgrano fue nombrado Secretario «Perpetuo» del Consulado de Comercio de Buenos Aires el 2 de junio de 1794,[nota 3] y unos meses después regresó a Buenos Aires. Ejerció ese cargo hasta poco antes de la Revolución de Mayo, en 1810. En dicho cargo se ocupaba de la administración de justicia en pleitos mercantiles y de fomentar la agricultura, la industria y el comercio. Al no tener libertad para realizar grandes modificaciones en otras áreas de la economía, concentró gran parte de sus esfuerzos en impulsar la educación. En Europa su maestro Campomanes le había enseñado que la auténtica riqueza de los pueblos se hallaba en su inteligencia y que el verdadero fomento de la industria se encontraba en la educación.[20]
Durante su gestión estuvo casi en permanente conflicto con los vocales del Consulado, todos ellos grandes comerciantes con intereses en el comercio monopólico con Cádiz. Año tras año presentó informes con propuestas influenciadas por el librecambismo que, en general, fueron rechazadas por los vocales. Belgrano sostenía por entonces que «El comerciante debe tener libertad para comprar donde más le acomode, y es natural que lo haga donde se le proporcione el género más barato para poder reportar más utilidad».[20]
De todos modos obtuvo algunos logros importantes, como la fundación de la Escuela de Náutica y la Academia de Geometría y Dibujo. Belgrano, a través del Consulado, también abogó por la creación de la Escuela de Comercio y la de Arquitectura y Perspectiva. Su motivación para fundar la escuela de comercio radicaba en que consideraba que la formación era necesaria para que los comerciantes obraran en función del crecimiento de la patria. Con las escuelas de Dibujo y Náutica se pretendía fomentar en los jóvenes el ejercicio de una profesión honrosa y lucrativa. Estas últimas funcionaban en un mismo local, contiguo al consulado, de forma que Belgrano pudiese observar e inspeccionar su desenvolvimiento. Estas escuelas operaron durante tres años y fueron cerradas en 1803 por orden de la Corona española —en particular del ministro Manuel Godoy— que las consideraba un lujo innecesario para una colonia. Belgrano opinaba que el impulso educativo «no podía menos que disgustar a los que fundaban su interés en la ignorancia y el abatimiento de sus naturales».
Su iniciativa ayudó a la publicación del primer periódico de Buenos Aires, el Telégrafo Mercantil, dirigido por Francisco Cabello y Mesa, y en el que colaboraban Belgrano y Manuel José de Lavardén. Dejó de aparecer en octubre de 1802, tras tirar unos doscientos números, después de varios problemas con las autoridades virreinales, que veían con malos ojos las tímidas críticas allí deslizadas y el estilo desenfadado de las sátiras y críticas de costumbres.
También colaboró en el Semanario de Agricultura, Industria y Comercio, dirigido por Hipólito Vieytes. Allí explicaba sus ideas económicas: promover la industria para exportar lo superfluo, previa manufacturación; importar materias primas para manufacturarlas; no importar lo que se pudiese producir en el país ni mercaderías de lujo; importar solamente mercaderías imprescindibles; reexportar mercaderías extranjeras; y poseer una marina mercante.
Ya por entonces Belgrano se veía afectado por una enfermedad contraída en Europa,[nota 4] que lo obligó a tomar licencias de varios meses en el Consulado y motivó también que recomendara a la Corte a su primo Juan José Castelli, de principios similares, como posible reemplazante.[21] La oposición de los comerciantes españoles demoró la designación de Castelli hasta 1796.[22]
Belgrano fue designado capitán de las milicias urbanas de Buenos Aires en 1797 por el virrey Pedro de Melo. Trabajaba por entonces en el Consulado y no tenía un interés genuino en desarrollar ninguna carrera militar. En su autobiografía declaró lo siguiente:Si el virrey Melo me confirió el despacho de capitán de milicias urbanas de la capital, más bien lo recibí para tener un vestido más que ponerme, que para tomar conocimientos en semejante carrera.[18]
El virrey Sobremonte le encargó la formación de una milicia en previsión de algún ataque británico, pero no tomó el encargo muy en serio. Esto lo llevó a su primera participación en un conflicto armado, cuando el 25 de junio de 1806 desembarcó una expedición de 1600 soldados británicos al mando de William Carr Beresford, lo cual inició las Invasiones Inglesas. Belgrano marchó al fuerte de Buenos Aires apenas escuchó la alarma general, donde reunió a numerosos hombres para enfrentar la invasión. Sin conocimientos de milicia, marcharon desordenadamente hacia el Riachuelo. Tras un único cañonazo británico, debió obedecer las indicaciones de su jefe de mando y ordenar la retirada. Más tarde escribiría: «Nunca sentí más haber ignorado hasta los rudimentos de la milicia». Tras tomar la ciudad, los británicos exigieron a todas las autoridades que prestaran juramento de lealtad. El Consulado en pleno accedió a la demanda británica, exceptuando a Belgrano, que sostuvo que «Queremos al antiguo amo, o a ninguno». Se exilió de Buenos Aires y buscó refugio en la capilla de Mercedes, en la Banda Oriental.[23]
Los británicos fueron expulsados por una expedición organizada por Santiago de Liniers, aunque se esperaba que éstos intentarían atacar nuevamente la ciudad. Belgrano regresó después de la reconquista y se unió a las fuerzas que organizaba Liniers. Fue nombrado sargento mayor del Regimiento de Patricios, a las órdenes de Cornelio Saavedra, y profundizó sus estudios de táctica militar. Tras tener conflictos con otros oficiales, Belgrano renunció al cargo de sargento mayor y se puso a las órdenes de Liniers. Durante el combate que tuvo lugar poco después, sirvió como ayudante de campo de una de las divisiones del ejército al mando del coronel Balviani.[24] Tras la exitosa resistencia de Buenos Aires volvió a hacerse cargo del Consulado y dejó nuevamente los estudios militares.[18]
Belgrano fue el fundador en el virreinato del Río de la Plata de la corriente llamada carlotismo.
Ante la llegada de noticias de que la metrópoli había sido ocupada por el ejército francés y el rey Fernando VII de España estaba preso en Francia, esperaba poder suplantarlo, al menos para ese virreinato, por la infantaCarlota Joaquina —quien era la hermana del rey depuesto y, a su vez, la esposa del prínciperegenteJuan VI de Portugal— y residente en esa época en Río de Janeiro como consecuencia de la invasión de los franceses.
También el marqués de Casa Pizarro, Ramón García de León y Pizarro, pensaba que esto sería positivo para el virreinato del Río de la Plata, dadas las circunstancias de España frente al poder del rey francés José Bonaparte.[25] Mantuvo nutrida correspondencia con ella y unió a su movimiento a muchos destacados independentistas, como Castelli, Vieytes, Nicolás Rodríguez Peña, Juan José Paso, Miguel Mariano de Villegas e incluso efímeramente a Saavedra.
Su idea era ganar más autonomía, y tal vez la independencia, a través de la figura de la infanta, pero la candidatura de Carlota Joaquina era muy poco adecuada para alcanzar esos objetivos: en primer lugar, la infanta era la esposa del regente y príncipe heredero de Portugal, lo que le hubiera permitido al monarca lusitano extender sus colonias y, muy probablemente, absorber al virreinato del Río de la Plata. Esta idea de apropiarse de las provincias rioplatenses no era nueva para Portugal, sino que fue una amenaza constante en el proceso de expansión lusitano hacia el oeste de América del Sur.
En segundo término, las ideas políticas de Carlota Joaquina eran absolutistas y jamás habría permitido que bajo su corona se instalara ninguna forma de monarquíaliberal, ni de autonomía para las dependencias americanas.
El partido carlotista logró tener bastante influencia, pero nunca llegó a poner en peligro el virreinato del Río de la Plata. A comienzos de 1810, el proyecto carlotista había fracasado, aunque el partido de Belgrano seguía funcionando como centro de conspiraciones independentistas.
Belgrano convenció al nuevo virrey, Cisneros, de editar otro periódico, el Correo de Comercio, y con la excusa de discutir sus ediciones, promovía reuniones en las que se planeaban las acciones de su grupo político. Su nombre público era la Sociedad Patriótica, Literaria y Económica.
Apoyó la apertura al comercio internacional del puerto de Buenos Aires, que fue ordenada por el virrey Cisneros, en parte presionado por la famosa Representación de los Hacendados deMariano Moreno (uno de los informes de economía-política más completos de la época), coincidente con sus ideas.[26][27]
En abril de 1810 renunció a su cargo en el Consulado.
La Revolución de Mayo y la primera Junta de Gobierno
A principios de mayo de 1810 Belgrano fue uno de los principales dirigentes de la insurrección que se transformó en la Revolución de Mayo. En ésta su actuación fue central, tanto personalmente como en su rol de jefe del carlotismo. Participó en el cabildo abierto del 22 de mayo y votó por el reemplazo del Virrey por una Junta, que fue la propuesta vencedora. El 25 de mayo fue elegido vocal de la Primera Junta de Gobierno, embrión del primer gobierno patrio argentino, junto con otros dos carlotistas: Castelli y Paso.
Continuó dirigiendo y editando el Correo de Comercio, en el cual expresó:Que no se oiga ya que los ricos devoran a los pobres, y que la justicia es sólo para los ricos.
Belgrano era el miembro de la Junta con más experiencia política, y el más relacionado: la mayor parte de los funcionarios nombrados por el nuevo gobierno lo fueron por consejo suyo. Dirigió por un corto período el expartido carlotista, pero rápidamente el control del grupo —y en cierta medida del gobierno— pasó a Mariano Moreno.Mucho me falta para ser un verdadero padre de la patria, me contentaría con ser un buen hijo de ella.Manuel Belgrano[28]
Aunque no era militar profesional, la Primera Junta nombró a Belgrano al mando de la expedición militar a la provincia del Paraguay. Dice al respecto en su autobiografía escrita en 1814:Me hallaba de vocal de la Junta Provisoria cuando, en el mes de agosto de 1810, se determinó mandar una expedición al Paraguay. La Junta puso las miras en mí para mandarme con la expedición auxiliadora, como representante y general en jefe de ella; admití porque no se creyese que repugnaba los riesgos, que sólo quería disfrutar de la Capital, y también porque entreveía una semilla de desunión entre los vocales mismos, que yo no podía atajar, y deseaba hallarme en un servicio activo, sin embargo de que mis conocimientos militares eran muy cortos.
En sus campañas militares llamó la atención su frugalidad y su modo de vida, equiparable al de un soldado raso.
Incorporó a su ejército a algunos paraguayos, tanto por su capacidad como por sus contactos: los hermanos José y Ramón Espínola, hijos de José Espínola y Peña, el «viviente más odiado por los paraguayos», ambos en calidad de edecanes; a José Ildefonso Machain, militar que había luchado en España contra Napoleón e importante familia en Asunción, como segundo suyo; y al capitán de artillería Bonifacio Ramos, que había actuado durante las invasiones inglesas.
Luego de cruzar el río Paraná a la altura de Candelaria y ocupar el puesto de observación de Campichuelo avanzó hacia Asunción pero fue detenido y derrotado el 19 de enero de 1811 en Paraguarí. En su retirada intentó sostenerse en el río Tacuarí donde libró la Batalla de Tacuarí el 9 de marzo de 1811, donde fue nuevamente derrotado. Luego de capitular se retiró hacia Candelaria dando por terminada la expedición militar al Paraguay. Independientemente de esta derrota, el 7 de marzo, en Buenos Aires, la Junta ya había determinado que debía dar por finalizada la campaña en la provincia del Paraguay, repasar el río Paraná y dirigirse al sur, al Arroyo de la China.
En el posterior intercambio de notas con Manuel Atanasio Cabañas, Belgrano no logró convencerlo de la necesidad de que la provincia del Paraguay «se una y guarde el orden de dependencia [de Buenos Aires] determinado por la voluntad soberana [de Fernando VII]».[29] No obstante, según varios autores, Belgrano habría logrado influir efectiva y eficazmente en la emancipación de dicho territorio, preparando el terreno ideológico para la Revolución de mayo de 1811, que llevaría a la Independencia del Paraguay.[30][31] Esta supuesta influencia ha sido cuestionada por otros historiadores, tanto argentinos como paraguayos; entre los primeros, Vicente Fidel López escribió: «Nosotros no podemos participar de la entusiasta leyenda con que se ha atribuido la revolución del Paraguay a las conferencias del general Belgrano con Cabañas y con los hermanos Yegros»;[32] por su parte, el paraguayo Blas Garay afirmó que «Las ideas revolucionarias tenían ya abierto camino y constituían materia de desazones para el gobierno [de Velasco] mucho antes que Belgrano se comunicara con los oficiales paraguayos».[33]
En su marcha hacia el Paraguay reunió los pobladores dispersos y delineó el pueblo de Nuestra Señora del Pilar de Curuzú Cuatiá, le fijó su jurisdicción territorial laudando en la disputa que el cabildo de Corrientes tenía con el de Yapeyú, y el 16 de noviembre ordenó por carta la formalización del pueblo misionero de Mandisoví (cerca de la actual Federación (Entre Ríos), otorgándole amplia jurisdicción territorial en el noreste de la actual provincia de Entre Ríos, como antemurales contra las invasiones portuguesas, y extremo sur de la de Corrientes, asegurando la autoridad del nuevo gobierno en la Mesopotamia argentina.
El 30 de diciembre de 1810 redactó el Reglamento para el régimen político y administrativo y reforma de los 30 pueblos de las Misiones, cuerpo legislativo de treinta artículos que Juan Bautista Alberdi utilizó posteriormente como una de las bases de la Constitución Nacional de 1853.[34] Este Reglamento no fue aprobado por la junta de Buenos Aires.
La Junta le encargó que se pusiera al frente del ejército que debía sitiar y rendir Montevideo, ciudad que estaba aún bajo el poder de los españoles, llevando como su segundo jefe a José Rondeau. A mediados de abril, Belgrano, nombró a José Gervasio ArtigasSegundo Jefe Interino del Ejército de Operaciones de la Banda Oriental, según lo comunicó a la Junta en su oficio datado en Mercedes, el 27 de abril de 1811. La Junta Grande, en cambio, designó segundo jefe a Rondeau, quien recién llegó a Mercedes a principios de mayo. De acuerdo con las órdenes que había recibido la Junta, Belgrano nombró a Artigas Comandante Principal de las Milicias Patrióticas.[nota 5]
Juicio a Belgrano
Producida la Revolución del 5 y 6 de abril de 1811, que permitió al sector moderado saavedrista asegurar el control de la Junta Grande de gobierno eliminando a la minoría radical morenista, una multitud proveniente de los arrabales y zonas rurales inmediatas y tropas de los cuarteles convenientemente convocadas, presentó al Cabildo, el mismo 6 de abril, un petitorio dirigido a la Junta donde exigían, en la «proposición» número trece:Quiere el pueblo que el vocal, Don Manuel Belgrano, general de la expedición destinada al auxilio de nuestros hermanos paraguayos, sea llamado y comparezca inmediatamente en esta capital a responder a los cargos que se le formen. Peticiones del 6 de abril de 1811 en (Junta de Historia y Numismática Argentina , 1910, p. 287 vol. 2)
Belgrano era considerado no solo como morenista sino como un peligro potencial al estar al mando de un ejército de aproximadamente 3000 hombres en operaciones.[35]
El 19 de abril, la Junta, obedeciendo las proposiciones hechas por el «pueblo» y publicadas en la Gazeta Extraordinaria del 15 de abril, «previno» a Belgrano para que regresara a la capital y dejase el mando del ejército al oficial que «corresponda por su empleo y antigüedad» que «por ahora» debía ser José Rondeau. En su respuesta del 21 de mayo, Belgrano manifestó abiertamente su ambivalencia: «Tuve impulsos de obedecer y no cumplir la orden» escribió. Finalmente acató la orden para que no se pensara que lo hacía por «ambición» y no provocar, «tal vez», un «nuevo movimiento» o «vaivén» que se debía evitar frente a los enemigos.[36]
El 6 de junio de 1811 la Junta designó como Juez Fiscal al coronel Marcos González Balcarce, partidario de Saavedra y que, junto con otros militares, había firmado el petitorio donde se pedía su enjuiciamiento. Su misión era formar la causa reuniendo información y tomando las declaraciones correspondientes.
El 20 de junio, 16 oficiales del ejército que operaba en la Banda Oriental y que participaron en la expedición contra la provincia del Paraguay, expresaron que no habían encontrado a nadie que tuviera alguna queja contra Belgrano.
El 26 de junio el fiscal tomó declaración al coronel Tomás de Rocamora. Las preguntas versaron sobre las causas por las que no pudo reunirse con Belgrano, las fuerzas disponibles y su disposición en las distintas batallas y si sabía las causas por las cuales fueron separados por Belgrano varios oficiales del ejército. Al respecto Rocamora mencionó la fuga de los oficiales Juan Mármol y Bertolot de la batalla de Tacuarí junto con otros «prófugos que huían del ejército». Sobre estos hechos no le pidieron aclaraciones.
Dos días después, el 28 de junio, se tomó la declaración a Gregorio Perdriel. Las preguntas fueron sobre la marcha desde la Bajada, detalles de la batalla de Paraguarí y posterior retirada y si el general había comunicado a los oficiales la orden de la Junta de «no aventurar acción sin ventajas conocidas». Perdriel realizó una extensa declaración en respuesta a las 25 preguntas que se le hicieron.
La causa se paralizó durante el mes de julio. «Pero lo que más llama la atención es que en ningún momento se tomó declaración al inculpado, siendo el único que podía aclarar con testigos de visu todas las dudas».[37] A fines de ese mes se recibieron distintos oficios provenientes de los alcaldes de la ciudad que manifestaron no tener cargos que hacer a Belgrano por su actuación militar. Tanto Tomás José Grigera como los alcaldes trataron ahora de minimizar la importancia del juicio explicando que:»[…] el espíritu del artículo 13 de las peticiones del 6 de abril es excitar al gobierno a que juzgue según derecho al general [Belgrano] como en iguales circunstancias y casos se ha practicado aún cuando la desgracia de la pérdida de las acciones de guerra hayan sido inevitables». (Carranza , 1896, p. 62 vol. 8)
Del 3 al 8 de agosto se tomaron siete declaraciones a oficiales que por diversas razones habían sido desafectados del ejército por Belgrano. A todos ellos, al llegar a Buenos Aires, se les había quitado el despacho pero luego, a casi todos, les fue retornado sin explicación alguna. Muchas declaraciones fueron antedatadas como si se hubieran tomado en julio y no en agosto y, a diferencia de Rocamora y Perdriel, se hicieron pocas preguntas, todas relacionadas con las operaciones militares.
Finalmente el 9 de agosto de 1811, teniendo en cuenta lo «expuesto por el Exmo. Cabildo, Alcaldes de barrio y oficiales del ejército» se declaró que Belgrano:[…] se ha conducido en el mando de aquel ejército con un valor, celo y constancia dignos de reconocimiento de la patria; en consecuencia queda repuesto a los grados y honores que obtenía y que se le suspendieron en conformidad de lo acordado en las peticiones del 6 de abril; y para satisfacción del público y de este benemérito patriota, publíquese este decreto en La Gazeta. (Instituto Belgraniano Central, 1982, p. 656)
Como lo había anticipado Belgrano, el momento elegido para su destitución no había sido el más adecuado, por las «relaciones» o negociaciones que se estaban realizando con los paraguayos, portugueses, Artigas e incluso los «enemigos» de Montevideo. Al año siguiente, en un oficio a Rivadavia del 11 de mayo de 1812, Belgrano agregó: «los bribones del 5 y 6 de abril me perjudicaron y perjudicaron a la Patria; ¿qué ventaja se saca de mentir?»
El coronel Leopoldo R. Ornstein, que escribió sobre la expedición militar al Paraguay en la obra colectiva Historia de la Nación Argentina, al analizar el juicio a Belgrano justificó al gobernador Bernardo de Velasco diciendo que lo único que pudo hacer fue «defender su provincia contra una invasión de fuerzas porteñas» y responsabilizó a la junta de Buenos Aires de los resultados obtenidos «de manera que era esta, en pleno, la que debió ser sometida a juicio y no Belgrano».[38]
Virgen de Caacupé, una de las advocaciones a Santa María que Manuel Belgrano tuvo por referencia.
Misión diplomática al Paraguay
Como consecuencia del cambio político ocurrido en el Paraguay en junio de 1811, la Junta consideró que Belgrano era el hombre más adecuado para iniciar negociaciones con el nuevo gobierno paraguayo. A tal fin, el 1 de agosto, lo nombró representante de la Junta en misión especial con las Instrucciones oficiales y confidenciales correspondientes. Belgrano respondió que para llevar adelante su cometido era conveniente que se resolviese previamente su situación procesal. Teniendo en cuenta que ya se habían realizado las publicaciones y recogidos los informes, renunció a toda defensa y confió la misma en todos los oficios que había enviado oportunamente a la Junta mientras estuvo en operaciones y en las declaraciones de los oficiales de su ejército.
En octubre de 1811 Belgrano se encontraba nuevamente en el Paraguay, enviado por el Primer Triunvirato, y el día 12 firmó con el gobierno paraguayo un Tratado de Amistad, Auxilio y Comercio para una Confederación. El mismo no llegó a tener aplicación práctica, ya que el Paraguay se mantuvo alejado de las Provincias Unidas[39] y progresivamente aislado del exterior.[40]
El 16 de noviembre de 1811, el Primer Triunvirato dispuso que los regimientos 1 y 2 fueran unidos, pasando a ser el N° 1 de Patricios, y designó como su jefe al coronel Manuel Belgrano:(…) por no ser conforme con las atenciones del señor Brigadier Don Cornelio Saavedra el desempeño de las obligaciones de este importante cargo.
Saavedra fue condenado a destierro. El 6 de diciembre de 1811 los Patricios protagonizaron el llamado Motín de las Trenzas, en contra de su nuevo jefe, reclamando conservar su autonomía y el privilegio de elegir a sus comandantes, levantándose contra el Primer Triunvirato. Fueron duramente reprimidos y, por orden de Belgrano, 4 soldados y suboficiales fueron condenados a muerte como cabecillas del motín, ejecutados y colgados en la vía pública el 21 de diciembre.[41]
Primer Monumento a la Bandera Argentina, en la plaza Belgrano (Burzaco, provincia de Buenos Aires).Monumento Histórico Nacional a la Bandera (Rosario), sitio donde Belgrano izó la bandera argentina por primera vez.
Belgrano continuó como jefe del Regimiento de Patricios y para recomponer la disciplina, el regimiento fue enviado a Rosario a vigilar el río Paraná contra avances de los realistas de Montevideo.
Allí, en Rosario, a las orillas del río Paraná, el 27 de febrero de 1812 enarboló por primera vez la bandera argentina, creada por él con los colores de la escarapela, también obra suya. Lo hizo ante las baterías de artillería que denominó «Libertad» e «Independencia», donde hoy se ubica el Monumento Histórico Nacional a la Bandera. Inicialmente, la bandera era un distintivo para su división del ejército, pero luego la adoptó como un símbolo de independencia. Esta actitud le costó su primer enfrentamiento abierto con el gobierno centralista de Buenos Aires, personificado en la figura del ministro Bernardino Rivadavia, de posturas netamente europeizantes. El Triunvirato reaccionó alarmado: la situación militar podría obligar a declarar una vez más la soberanía del rey Fernando VII de España, de modo que Rivadavia le ordenó destruir la bandera. Sin embargo, Belgrano la guardó y decidió que la impondría después de alguna victoria que levantara los ánimos del ejército y del Triunvirato.
En cuanto a su elección de los colores de la bandera nacional argentina, tradicionalmente se ha dicho que se inspiró en los colores del cielo; esta versión es sin dudas válida aunque no excluyente de otras. Sin embargo, es muy probable que haya elegido los colores de la dinastía borbónica (el azul-celeste y el ‘plata’ o blanco) como una solución de compromiso: en sus momentos iniciales las Provincias Unidas del Río de la Plata, para evitar el estatus de rebelde declararon que rechazaban la ocupación realista, aunque mantenían aún fidelidad a los Borbones. Por otra parte, Belgrano parece haber sido devoto de la Virgen de Luján, y otras advocaciones de la Virgen (de Chaguaya, de Itatí, del Valle, de Cotoca, y de Caacupé), cuyas vestes tradicionalmente son o han sido albicelestes; en rigor ninguna de las teorías se contradice ya que los colores del cielo representan al manto de la Inmaculada Concepción de La Virgen cuyos colores fueron elegidos por la dinastía borbónica de la Corona de España para su presea más importante entonces otorgada: la Orden de Carlos III, de esta presea o condecoración surgió luego durante las Invasiones Inglesas la escarapela y penacho del Regimiento de Patricios.
En el año 1938 por primera vez se celebró el Día de la Bandera en Argentina, eligiéndose el 20 de junio, día de la fecha de su fallecimiento.
El mismo día que hizo flamear esa bandera, en febrero de 1812, Belgrano era nombrado por el Primer Triunvirato jefe del Ejército del Norte. Debía partir hacia el Alto Perú, para brindar nuevamente auxilio a las provincias «de arriba», reemplazando a Juan Martín de Pueyrredón y engrosando el ejército con las tropas de su regimiento.
Se hizo cargo del mando en la Posta de Yatasto: del ejército derrotado quedaban apenas 1500 hombres, de los cuales 400 internados en el hospital; tampoco había casi piezas de artillería, y no tenía fondos para pagar a los soldados. Fue designado como su mayor general Eustoquio Díaz Vélez, quien lo secundó y acompañó durante toda la Segunda Campaña Auxiliadora al Alto Perú.
Belgrano instaló su cuartel en Campo Santo, al este de la ciudad de Salta. Se dedicó a disciplinar el ejército y organizó su hospital, la maestranza y el cuerpo de ingenieros. Su seriedad y su espíritu de sacrificio le ganaron la admiración de todos y logró levantar el ánimo de las tropas.
En mayo se trasladó a San Salvador de Jujuy e intentó algunas operaciones en la Quebrada de Humahuaca. Para levantar la moral del ejército, hizo bendecir la bandera por el cura de la iglesia de la ciudad, Juan Ignacio Gorriti, que había sido miembro de la Junta Grande.
Mientras tanto, el ejército de José Manuel de Goyeneche, el vencedor de Huaqui, se demoraba en comenzar operaciones en el sur, retrasado por la desesperada defensa de Cochabamba. Pero a fines de junio comenzó su avance hacia el sur.
En esta situación, Belgrano recibió del Primer Triunvirato la orden de replegarse, sin presentar batalla, hacia Córdoba. Así fue que dirigió el Éxodo Jujeño: ordenó a toda la población seguirlo, destruyendo todo cuanto pudiera ser útil al enemigo. No pudo hacer cumplir esa misma orden para la ciudad de Salta, dado que el enemigo estaba ya muy cerca.
Los triunviros de Buenos Aires le ordenaron una retirada hasta la ciudad de Córdoba pero Belgrano, conocedor por experiencia de los territorios, observó que las posibles defensas de Córdoba podrían ser muy fácilmente esquivadas por una ofensiva realista procedente del Alto Perú, e incluso reforzada desde el reocupado Chile (la ciudad de Córdoba, aunque está cerca de las sierras, se ubica ya en una llanura escasamente defendible, por lo cual, sin presentar batalla a los patriotas, los realistas podían avanzar directamente hasta Buenos Aires), lo cual le hizo considerar la petición de resistencia a ultranza hecha por el pueblo en San Miguel de Tucumán.
Fue alcanzado en Combate de las Piedras, donde perdió algunos hombres; pero ordenó un contraataque que resultó exitoso y levantó la decaída moral de su ejército en retirada. Cumpliendo las órdenes, se dirigió hacia Santiago del Estero. Pero los ciudadanos notables de San Miguel de Tucumán, encabezados por Bernabé Aráoz, lo convencieron de desviarse hacia esa ciudad. Allí reunió varios centenares de soldados más y se hizo fuerte en la propia ciudad. Respondió a un altanero ultimátum del general Goyeneche fechado en el «cuartel general del Ejército Grande» con una irónica negativa fechada en el «campamento del Ejército Chico».
El jefe del ejército de vanguardia realista, general Pío Tristán, avanzó hasta las afueras de la ciudad con sus tropas desprevenidas, con la artillería empacada sobre las mulas.
Pero cuando el ejército se presentó en el llamado «Campo de las Carreras«, en las afueras de la ciudad, fueron sorpresivamente atacados por el ejército independentista. La batalla de Tucumán, librada el 24 de septiembre de 1812, fue increíblemente confusa: cada unidad peleó por su lado, se desató una tormenta de tierra, e incluso el cielo se oscureció por una manga de langostas. Belgrano acampó a cierta distancia, y solo el llegar la noche supo que había triunfado. Fue la más importante de las victorias revolucionarias de la guerra de la independencia argentina.
Belgrano reorganizó las tropas y avanzó hacia Salta. El 20 de febrero de 1813 se libró la batalla de Salta, en la pampa de Castañares, lindante con la ciudad de Salta, en la que logró un triunfo completo, haciendo inútil la defensa de las tropas de Tristán. Fue la primera vez que la bandera argentina presidió una batalla.
Firmó con Tristán un armisticio, por el cual dejó en libertad a los oficiales realistas, bajo juramento de que nunca volvieran a tomar las armas contra los patriotas. Esta decisión le valió las críticas de los miembros del gobierno porteño y de muchos historiadores actuales. Pero es posible que, si se hubiera portado con más crueldad, como Castelli en 1811, no hubiera podido recibir el apoyo que recibió en el Alto Perú.
Como consecuencia de la batalla de Salta, las provincias altoperuanas de Chuquisaca, Potosí, y más tarde, Cochabamba, se levantaron nuevamente contra los españoles. Expulsó al obispo de Salta, cuando descubrió que estaba cooperando con los realistas.
En abril de 1813 inició el avance hacia el norte, al territorio de la actual Bolivia. Intentó no empeorar las relaciones con los altoperuanos, que habían quedado mal predispuestos contra los porteños desde las imprudencias de Castelli y Bernardo de Monteagudo, pero hizo ejecutar a los realistas que habían violado el juramento dado en la batalla de Salta y por el que habían sido liberados: les cortó las cabezas y las hizo clavar con un cartel que decía «por perjuros e ingratos».
En junio entraba con su ejército de 2500 hombres en Potosí, donde reorganizó la administración y nombró gobernadores adictos en casi todo el Alto Perú. Mientras tanto, Goyeneche era reemplazado por Joaquín de la Pezuela, un general, más hábil que aquel, que pronto reunió un ejército de casi 5000 hombres. El 4 de julio, en agradecimiento por llevarles la libertad, las damas potosinas le regalaron una joya de grandes proporciones, la Tarja de Potosí, que se conserva en el Museo Histórico Nacional.[42]
Enfrentó a Pezuela el 1 de octubre en la batalla de Vilcapugio, donde en un primer momento pareció que podía lograr la victoria. Un sorpresivo contraataque realista logró una victoria total para Pezuela. En ella perdió poco menos de la mitad de sus tropas, casi toda su artillería y su correspondencia. Por ésta, Pezuela supo que Belgrano esperaba refuerzos. Por eso forzó rápidamente una nueva batalla.
En la batalla de Ayohuma, del 14 de noviembre, y a pesar del consejo contrario de sus oficiales de no presentar batalla, no atinó a ocultar la disposición de sus tropas, lo que permitió que Pezuela lo atacara con seguridad, cambiando de frente. Fue una segunda completa victoria realista.
Como consecuencia de estas derrotas se retiró a Jujuy, dejando las provincias del Alto Perú en manos del enemigo. Quedaban en esas provincias varios jefes revolucionarios, los más destacados de los cuales fueron Arenales, Warnes y Padilla, que dieron mucho trabajo a su enemigo hasta el regreso del Ejército del Norte, al año siguiente.
El sumario se inició para esclarecer qué causas influyeron en el mal resultado de las acciones de Vilcapugio y Ayohuma.
Así, el 27 de diciembre de 1813 el Segundo Triunvirato dispuso:Siendo sumamente importante el averiguar los motivos de las desgracias sucedidas al Ejército destinado a las Provincias interiores, en sus dos últimas acciones al mando del General Belgrano, ha venido el Gobierno en dar a Vuestra Señoría la Comisión bastante, como se confiere por la presente orden, para que sin pérdida de tiempo proceda a realizar la averiguación competente sobre las referidas desgracias, analizando por todos medios la conducta de los jefes que dirigieron las referidas acciones, qué disposiciones tomaron para conseguir su buen éxito, con qué probabilidad las emprendieron, cuál fue su conducta, y qué causas hayan influido en su mal resultado, dando cuenta usted inmediatamente de todo.[43]
El sumario fue formado por la Comisión Directiva encargada del arreglo del Alto Perú, y nombrada con acuerdo de la Asamblea: la componían José Francisco Ugarteche, Antonio Álvarez Jonte y Justo José Núñez, Secretario.
La Comisión empezó a actuar en Tucumán, el 12 de enero de 1814, pidiendo informes a Díaz Vélez y Perdriel, y ordenando se tomaran declaraciones a los oficiales que se hallaban presentes.
La Comisión Directiva, el 23 de febrero de 1814, dijo que no activó mucho el sumario por la desmoralización que resultaba de procesar a un General en el mando, haciendo deponer contra él a sus subalternos, que tal vez se retraerían.Ocurrió además haberse significado el Brigadier Belgrano con el General San Martín, que siendo tan precisa y urgente la reorganización del Ejército, que debían retardarla, con perjuicio de la causa.[44]
En la Posta de Yatasto, Belgrano entregó la jefatura del nuevamente derrotado Ejército del Norte a San Martín y a los pocos días regresó a Buenos Aires, seriamente enfermo por afecciones contraídas durante sus extensas campañas militares, probablemente paludismo y tripanosomiasis.
Pese a encontrarse con un ejército material y anímicamente diezmado, San Martín reconoció en todo momento la gran labor libertadora desempeñada por Belgrano al frente de las terribles campañas del Alto Perú, profesándole en todo momento un gran respeto y admiración.
Su fracaso en esta campaña ha sido considerado como determinante de la posterior separación de Bolivia de la Argentina.[nota 6]
Fue enviado junto con Rivadavia a Londres, para negociar con el gobierno británico y con el rey de España, Fernando VII. No es seguro qué actitud debían tomar respecto de este, si conseguir la independencia o reconocerlo como monarca constitucional. Rivadavia llevaba instrucciones secretas que Belgrano no conocía: negociar preferentemente con Londres y ofrecer la corona del Reino del Río de la Plata a un príncipe español o británico. De paso por Río de Janeiro, se entrevistaron con lord Strangford, el embajador británico. También estaba en esa ciudad Manuel José García, enviado por el director Supremo Carlos María de Alvear para negociar otras opciones; entre ellas, la incorporación al Imperio británico como colonia.
Llegados a Londres, no lograron entrevistarse con el cancillerRobert Stewart, vizconde de Castlereagh. Temiendo quedar aislados, intentaron coronar al príncipe Francisco de Paula de Borbón, un hermano de Fernando VII, con la colaboración del exrey Carlos IV de España. Incluso Belgrano redactó un proyecto de constitución, casi copiada de la británica, con su cámara de Nobles, de Comunes, y su nobleza.[45]
Durante su viaje como diplomático observó la hostilidad de casi todos los gobiernos europeos de entonces hacia las repúblicas y las democracias, ya que la restauración absolutista de la Santa Alianza se había impuesto en Europa. Por ello, a su regreso de la misión diplomática en Europa, a mediados de 1815 volvió a proponer, esta vez con el apoyo de San Martín, un gobierno regalista pero, a diferencia del absolutismo europeo bregó por una monarquía constitucional. Esta posición política no fue aceptada por los partidarios independentistas republicanos.
La guerra civil en el Litoral
Belgrano retornó a Buenos Aires y se puso en contacto con el nuevo Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Ignacio Álvarez Thomas, con quien estaba emparentado tanto familiar como políticamente.[nota 7]
Debido al fracaso de Juan José Viamonte, que había sido enviado previamente contra los federales de la tenencia de gobierno de Santa Fe, que se oponían a la dependencia de Buenos Aires, y que había terminado preso en el campamento del caudillo de la Banda OrientalJosé Gervasio Artigas; Álvarez Thomas decidió enviar a Santa Fe a un contingente comandado por Eustoquio Díaz Vélez y al Ejército del Norte, que estaba bajo la conducción del general Belgrano.
Belgrano reemplazó a Viamonte y envió a su segundo, Eustoquio Díaz Vélez, el mismo que había sido su segundo en Tucumán, Salta, Vilcapugio y Ayohuma, a exigir rendición a los santafesinos, pero este —»para cortar de raíz la cruenta guerra civil»— firmó el Pacto de Santo Tomé, el 9 de abril de 1816, con Cosme Maciel, comandante de la fuerza de mar de Santa Fe y representante del gobernador Mariano Vera. Por este tratado se depuso a Belgrano como jefe del ejército, colocándose a Díaz Vélez en su lugar. Esta rebelión de Díaz Vélez provocó la caída de Álvarez Thomas como director del protoestado. Se acordó que la paz definitiva debía de ser ratificada entre ambos gobiernos y ser también aceptada por Artigas.
Ante los hechos consumados de su época determinados por el absolutismo de la Santa Alianza, Belgrano consideró que lo conveniente era preservar a la región del Plata a través de la declaración de su independencia y del establecimiento de un modo de gobierno monárquico moderado que pudiera ser reconocido por la mayoría de las potencias europeas.
Del mismo modo suponía que tal tipo de gobierno regalista mantendría, como ocurría con Brasil, unificada a la enorme extensión territorial de las provincias liberadas, que habían integrado el antiguo virreinato rioplatense y que se encontraban habitadas por diversos pueblos que estaban secularmente en conflicto.[47][19]
El 6 de julio de 1816, Belgrano expuso ante los diputados del Congreso de Tucumán, en dos reuniones, una propuesta de instaurar una monarquía casi nominal que ofrecía el trono a los descendientes de los Incas. Según este Plan del Inca[48] muy probablemente proyectó que el título correspondiera a Juan Bautista Túpac Amaru, único hermano sobreviviente conocido del incaTúpac Amaru II,[nota 8] y un gobierno efectivo de tipo parlamentario, con el objeto de lograr el pronto reconocimiento a nivel internacional de la independencia argentina.
Su propuesta de implantar una monarquía inca parlamentaria fue ridiculizada por sus contemporáneos que apoyaban la formación de una república. Sin embargo, obedecía a un inteligente cálculo por parte de Belgrano: la oferta de la corona a los Incas buscaba atraer la adhesión de parte de las poblaciones incas de las actuales zonas andinas de Bolivia, Perú y Ecuador al movimiento emancipatorio que se gestaba desde Argentina.
Salón de la Bandera, con la bandera del Ejército del Norte donada por Belgrano (Casa de Gobierno de Jujuy).
Nuevamente general en jefe del Ejército del Norte
En agosto de 1816 Belgrano se hizo cargo nuevamente del Ejército del Norte; pero no pudo organizar una cuarta expedición al Alto Perú, como era su sueño. Solo alcanzó a enviar al teniente coronel Gregorio Aráoz de Lamadrid en una campaña menor, en marzo de 1817, hasta las cercanías de Tarija. Pero Lamadrid, después de una pequeña victoria, y con apenas 400 hombres, atacó Chuquisaca por sorpresa. Fue derrotado y tuvo que huir por la sierra y la selva, volviendo a Tucumán por el camino de Orán.[49]
La nueva guerra civil en el norte y en el Litoral
También en 1817, por orden del Congreso de Tucumán, Belgrano envió a sus mejores tropas a aplastar la revolución federal de Santiago del Estero, acaudillada por Juan Francisco Borges, quien fue capturado por Aráoz de Lamadrid. Al saber de la prisión de Borges, Belgrano —que originalmente había ordenado su fusilamiento— le indultó pero Lamadrid ya había fusilado a su rival santiagueño.
El Ejército del Norte pasó un año acantonado en la rústica fortaleza de La Ciudadela, a un par de kilómetros al sudoeste de la Plaza Mayor de la ciudad de San Miguel de Tucumán, sin recursos para seguir la guerra, y tratando de contrarrestar los posibles contraataques de los realistas.
Se le ordenó repetidas veces utilizar divisiones del Ejército del Norte contra los federales de Santa Fe. De modo que se trasladó a la Villa de Ranchos, en Córdoba, y envió contra el caudillo de Santa Fe Estanislao López al coronel cordobés Juan Bautista Bustos, que no logró doblegar la resistencia del santafesino.[50] Si bien no combatió personalmente a los federales continuamente se quejaba a las autoridades nacionales de la inutilidad de esa guerra y advertía al gobierno que la población de las provincias estaban descontentas del centralismo:»Hay mucha equivocación en los conceptos: no existe tal facilidad de concluir esta guerra; si los autores de ella no quieren concluirla, no se acabará jamás… El ejército que mando no puede acabarla, es un imposible. Su único fin debe ser por un avenimiento… o veremos transformarse el país en puros salvajes…»[51]
A mediados de 1819, cuando estaba ya muy enfermo, el general José Rondeau, nuevo Director Supremo, ordenó que tanto el Ejército del Norte como el Ejército de los Andes, comandado por San Martín, abandonaran la lucha contra los realistas para aplastar las rebeldías provinciales. San Martín sencillamente ignoró la orden, mientras Belgrano obedeció a medias: ordenó a sus tropas iniciar la marcha hacia el sur, pero pidió licencia por enfermedad y delegó el mando en su segundo, Francisco Fernández de la Cruz el 11 de setiembre de 1819.
Se instaló en Tucumán, pero a poco de llegar fue sorprendido por un motín en esa provincia, que llevó al gobierno a su viejo conocido Bernabé Aráoz, y terminó con el general en prisión. Su médico particular, el escocésJoseph Redhead —a quien había conocido después de la batalla de Tucumán y que lo había acompañado desde entonces— tuvo que interceder por él para que no fuera encadenado. Fue también él quien preparó su viaje a Buenos Aires.[52]
La provincia de Tucumán negó su obediencia al Directorio. Dos meses más tarde, también el Ejército del Norte se negó a apoyar al gobierno central contra los federales: al llegar a Santa Fe, el general Bustos dirigió el llamado motín de Arequito, y el Ejército del Norte fue disuelto.[51]
Belgrano llegó a Buenos Aires en plena Anarquía del Año XX, ya seriamente enfermo de hidropesía. Esta misma enfermedad lo llevó a la muerte, el 20 de junio de 1820.
En su lecho final fue examinado por el médico escocés Joseph Redhead, que lo atendió en su casa; al no poder pagarle por sus servicios, pues en ese momento estaba sumido en la pobreza, Belgrano quiso darle un reloj como pago. Ante la negativa del galeno a cobrarle, Belgrano tomó su mano y puso el reloj dentro de ella, agradeciéndole por sus servicios. Se trataba de un reloj de bolsillo con cadena, de oro y esmalte, que el rey Jorge III del Reino Unido había obsequiado a Belgrano.[nota 9]
Una de sus últimas frases fue de esperanza, a pesar de los malos momentos que pasaban tanto él como su patria:… sólo me consuela el convencimiento en que estoy, de quien siendo nuestra revolución obra de Dios, él es quien la ha de llevar hasta su fin, manifestándonos que toda nuestra gratitud la debemos convertir a su Divina Majestad y de ningún modo a hombre alguno.Manuel Belgrano[53]
Murió en la pobreza, a pesar de que su familia había sido una de las más acaudaladas del Río de La Plata antes de que Belgrano se comprometiera con la causa de la independencia.
El mismo día de su muerte es recordado como el Día de los tres gobernadores pues se desataba una crisis política en el gobierno ejecutivo de la provincia. Esto ayudó a que su fallecimiento pasara casi inadvertido. El único diario que publicó la noticia fue «El Despertador Teofilantrópico«, que era redactado por el frailefranciscanoFrancisco de Paula Castañeda.[54][55]
Cumpliendo con su última voluntad, su cadáver fue amortajado con el hábito de los dominicos, tal como era costumbre entre los terciarios dominicos, de los que formaba parte[56] y fue trasladado desde la casa paterna en la que murió -actual Avenida Belgrano, n.º 430- al Convento de Santo Domingo, recibiendo sepultura en un atrio. Como su familia no tenía dinero para hacer la lápida para su tumba, se improvisó una con el mármol de una cómoda de su hermano Miguel Belgrano.[57][58]
Exhumación de sus restos
El 4 de septiembre de 1902, una comisión designada por el presidente de la Nación, Julio Argentino Roca, procedió a exhumar los restos de Belgrano, para trasladarlos a la urna que fue depositada en el monumento que se inauguró en octubre de ese año en el mismo atrio de Santo Domingo. Dicho monumento se construyó por suscripción popular.
Levantada la lápida, se retiraron los huesos, que fueron colocados en una bandeja de plata. Entre ellos se encontraron algunos dientes, uno de los cuales fue tomado por el ministro del interior, doctor Joaquín V. González, y otro por el ministro de Guerra, coronel Pablo Riccheri. Este hecho fue publicado y condenado por los principales diarios porteños y concluyó cuando el prior de Santo Domingo comentó, en cartas al diario La Prensa, que había recibido ambos dientes. El ministro González se había justificado ante el prior diciendo que se había llevado el diente para mostrarlo a sus amigos, y Ricchieri dijo que el lo retiró para presentarlo al señor general Bartolomé Mitre.
La convocatoria no fijó una fecha en particular sino que dispuso que sea el Papa quien decida cuándo venir, de acuerdo a lo que considere «oportuno». La Iglesia, además, recibió a los médicos del Garrahan en apoyo al reclamo salarial.
La Conferencia Episcopal Argentina (CEA) invitó formalmente al Papa León XIV para que visite el país “cuando lo considere oportuno”. La carta fue entregada directamente al Sumo Pontífice en el Vaticano, este miércoles, por el Monseñor Daniel Fernández, obispo de Jujuy y vicepresidente segundo de la CEA.
A un mes de la elección del nuevo Papa, la Conferencia Episcopal celebró su pontificado y lo convocó para que viaje a Argentina. “El pasado 8 de mayo, solemnidad de Ntra. Sra. de Luján, patrona de Argentina, mientras los obispos estábamos reunidos en nuestra Asamblea Plenaria vibramos de alegría con el anuncio de su elección como Obispo de Roma”, expresaron en la epístola.
“Hoy, que celebramos un mes desde el inicio solemne de su ministerio petrino al servicio de la comunión de todas las Iglesias, queremos hacerle llegar oficialmente nuestra invitación para que visite la tierra de su predecesor, el papa Francisco, nuestra tierra argentina”, agregó la CEA. El mensaje es un gran vaticinio para los fieles que no pudieron recibir al Papa Francisco en el país durante su pontificado.Esto no les gusta a los autoritariosEl ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.Hoy más que nunca.
“Confiando en que su corazón de pastor acogerá nuestra petición cuando lo considere oportuno”, concluyeron los obispos. La misiva fue firmada por las autoridades de la CEA, Marcelo D. Colombo, arzobispo de Mendoza, Ángel S. Card. Rossi, arzobispo de Córdoba; Cesar Daniel Fernández, obispo de Jujuy y por Raúl Pizarro, obispo auxiliar de San Isidro.
La Conferencia Episcopal Argentina recibió a médicos y trabajadores del Hospital Garrahan
Al mismo tiempo, la Iglesia recibió este martes a una comitiva de trabajadores del Hospital Garrahan por los conflictos salariales que atraviesa el sector y les expresó su apoyo. En un mensaje dirigido a las partes del conflicto, el Gobierno y el personal de salud, los llamó a recomponer el “diálogo”.
“Médicos y trabajadores del Hospital Garrahan fueron recibidos hoy por el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor Marcelo D. Colombo. Los mismos se refirieron al conflicto que atraviesa el Hospital y la urgencia de una recomposición salarial”, anunció la CEA.
El monseñor Colombo recibe a una comitiva del Hospital Garrahan
“Se los invitó a procurar caminos de diálogo y se reafirmó el compromiso de acompañar la búsqueda de una solución justa”, afirmó la Conferencia a través de sus redes sociales.
La comitiva en representación del Garrahan estuvo integrada por el coordinador médico de la Unidad de Cuidados Intensivos Mauro García; la jefa de clínica del Servicio de Oncología Myriam Guitter; la psicóloga Milagros Saldías; la residente Paloma Bodas, y por el coordinador médico del Área de Emergencias Pedro Rino.
Milagro Schweizer integra el grupo de jóvenes de la comunidad de San Antonio en diálogo con Gerónimo Vega en Comunicándonos comentó que están preparando un gran evento para este viernes 20 a las 20 horas en el salón del proame que está por calle Noain Ortigoza al lado de la capilla para recaudar fondo para poder viajar el 26 y 27 de septiembre a la peregrinación Virgen de Itatí , la peña se llama Peregrino de la Esperanza.
Entre otros grupos musicales van a estar Bam Bam , Nuestro Estilo , Toco Igual , Carlito Franco , grupo Sensación , las entradas ya están a la venta , anticipadas $1000 reservar al teléfono celular 3777526363 3777231568 , en puerta va a tener un valor de $1500 , va a haber buen servicio de cantina y sorteo toda la noche , no se puede ingresar con bebida ni conservadora. Schweizer comentó que hace aproximadamente 4 años está integrando el grupo , que ya tuvo la posibilidad de viajar y caminar hacia la basílica pero que nunca pudo llegar , en los próximos días se van a juntar para salir a practicar caminata y prepararse físicamente para la fecha que tengan que viajar , si está en conocimiento que ya varios en forma particulares están practicando caminata.
Finalmente Milagro dijo que luego de confirmación se integró al grupo de jóvenes donde se juntan una vez al mes o cada vez que hay actividades que realizar.
Martín Miguel Juan de Mata Güemes Montero Goyechea y la Corte (Salta, Virreinato del Río de la Plata, 8 de febrero de 1785 – Cañada de la Horqueta, Salta, Provincias Unidas del Río de la Plata, 17 de junio de 1821), conocido como Martín Miguel de Güemes, fue un militar y político argentino que cumplió una destacada actuación en la guerra de Independencia de la Argentina. Durante siete años (1814-1821) fue el primer gobernador de la provincia de Salta, antes de la declaración de las autonomías provinciales de Jujuy, Tarija y Puna de Atacama, jurisdicciones que comprendía. Su carrera militar inició con las invasiones inglesas, luego fue uno de los oficiales del Ejército del Norte, al mando de Belgrano. Comisionado San Martín a combatir en Perú con el Ejército de los Andes, lo nombró General en Jefe del Ejército de Observación a cargo de la defensa y contención de los realistas en el noroeste argentino y el Alto Perú. Libró allí la conocida Guerra gaucha, deteniendo seis invasiones del ejército español, conservando el resto del actual territorio argentino libre de invasores realistas. Libró numerosas batallas con recursos económicos locales, y recurriendo a gauchos y patricios de Salta, Jujuy y Tarija. Es el máximo prócer de la historia de la provincia de Salta, y uno de los tres próceres a nivel nacional honrados con un día feriado en su homenaje, dada su actuación en la guerra de la Independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Martín Miguel de Güemes
Óleo sobre tela por M. Prieto. No se conocen retratos hechos en vida de Güemes.
Se crio en una familia acomodada. Su padre, español, Gabriel de Güemes Montero (Abionzo, en la región española de Cantabria; 21 de mayo de 1748), era un hombre ilustrado y fue designado Tesorero de la Real Hacienda en la Intendencia de Salta del Tucumán, a instancia de los Infinitos, familia jujeña a la que pertenecía su esposa.
Su madre, María Magdalena de Goyechea y de la Corte, era de origen jujeño y perteneciente al llamado Clan de los Infinitos, que detentaba y otorgaba cargos políticos y amplias posesiones y encomiendas en territorio jujeño. Descendía además del fundador de San Salvador de Jujuy, Francisco de Argañaraz y Murguía, de ascendencia vasca.] Se la conoció con el apelativo de «La Tesorera» y su apoyo en recursos políticos, humanos y económicos fue de gran importancia para su hijo y para la Guerra Gaucha.
En cuanto al su nombre, fue bautizado con tres: era Martín Miguel Juan de Mata, este último en honor a un santo francés del siglo XII, y no formaba parte del apellido o patronímico paterno, que era de Güemes Montero.
Inicios de su carrera militar
Martin Miguel de Güemes fue un militar de carrera, no solamente un líder rural de milicias gauchas o montoneras, como algunos sostienen en demérito de su figura. Su táctica y estrategia militar se mostró exitosa en regiones montañosas y manejo de la caballería, muy distinta a la europea de «combate regular» en llanura que manejaban los ejércitos realistas y los militares porteños. En ese sentido las milicias gauchas del Norte Argentino, conocedoras del terreno y de las sendas, se mostraron especialmente idóneas.
A los catorce años de edad Martín Miguel de Güemes se enroló en el Regimiento Fijo de Infantería, cuyo cuartel central estaba en Buenos Aires pero tenía un destacamento en Salta desde 1781.
Durante la primera de las invasiones inglesas al Virreinato del Río de la Plata, en 1806, Güemes participó en la Reconquista de Buenos Aires, donde protagonizó una curiosa hazaña: al ver que el barco inglés Justine había encallado por una bajante repentina del río, dirigió una carga de caballería y lo abordó. Fue una de las muy pocas veces en que un buque de guerra fue capturado por una partida de caballería.
Al año siguiente, luchó también en la Defensa de la ciudad frente a la Segunda Invasión Inglesa, en 1807. Después del rechazo, Güemes cayó enfermo y en noviembre murió su padre. Ambas circunstancias hicieron que pidiera el traslado a Salta, lo que le fuera concedido el 10 de marzo de 1808.
El 5 de diciembre de 1808 figuraba en Salta como parte del Regimiento de Infantería y teniente del Cuerpo de Granaderos del virrey Liniers, creado durante las invasiones inglesas.
El rechazo en el puerto de las invasiones inglesas, donde fue fundamental el rol de la población además del militar, sin duda le fue de provecho para resistir las seis invasiones realistas que entre 1814 y 1821 —en un campo de batalla mucho más amplio y sostenido en el tiempo— supo rechazar en los territorios de Salta, Jujuy y Tarija.
Güemes, como integrante del Ejército del Norte y militar de carrera, fue puesto por el general Manuel Belgrano al mando de una vanguardia en la Quebrada de Humahuaca (en la actual Jujuy) y en los valles de Tarija y Lípez (actual territorio de Bolivia), impidiendo la comunicación entre los contrarrevolucionarios y los realistasaltoperuanos. En el triunfo de los patriotas en la batalla de Suipacha, librada el 7 de noviembre de 1810, la participación del entonces capitánGüemes fue decisiva.
Permaneció en la zona de la Quebrada hasta después de la derrota del Ejército del Norte en la Batalla de Huaqui, el 19 de junio de 1811, y asistió la retirada de los patriotas asegurando Jujuy y Salta. Allí comenzó su famosa guerra de recursos, con la que retrasaría el avance de los invasores españoles.
Güemes y los regimientos a su cargo, siguiendo órdenes del general Juan Martín de Pueyrredón, comandante del Ejército del Norte, el 18 de enero de 1812 recuperaron Tarija. La ciudad había caído en poder de los partidarios del virrey del Perú, José Fernando de Abascal. Asegurada la plaza tarijeña para las fuerzas patriotas, se reintegró al Ejército con un botín de 300 hombres, 500 fusiles y dos cañones tomados del ejército realista, y fueron obligados a retirarse hasta San Salvador de Jujuy debido al avance de las tropas realistas comandadas por José Manuel de Goyeneche, conde de Guaqui, que superaban ampliamente en número al Ejército de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Traslado a Buenos Aires
En febrero de 1812, Manuel Belgrano fue nombrado por el Primer Triunvirato jefe del Ejército del Norte en reemplazo del general Pueyrredón. Güemes y otros oficiales, como Luis Burela y Apolinario Saravia, llevaron adelante una guerra de recursos con los que retrasaron las avanzadas realistas. Este tiempo fue bien aprovechado por el general Belgrano, no solamente para cortar los recursos a las fuerzas españolas, sino también para preparar al Ejército del Norte con levas de hombres, caballería y hasta fabricación de pólvora y obuses. No obstante, recibió órdenes del Triunvirato y su ministro Bernardino Rivadavia, de retirarse hasta Córdoba. Comenzó su retirada ordenando el Éxodo Jujeño, dejando tierra arrasada a la llegada del grueso del Ejército Realista al mando del general Pío Tristán. Éste no le dio tiempo a evacuar la ciudad de Salta ni el Valle de Lerma, que fueron ocupados por los realistas.
Mientras tanto, Belgrano había ordenado el traslado de Güemes a Buenos Aires, y dispuso su integración al Estado Mayor General.
Varios dirigentes tucumanos, entre ellos Bernabé Aráoz, convencieron a Belgrano de desviarse hacia San Miguel de Tucumán, donde obtuvo la primera gran victoria de la causa patriótica en suelo argentino: la Batalla de Tucumán, en 1812, y de la batalla de Salta, de febrero de 1813, en que la totalidad del ejército enemigo se rindió al Ejército del Norte.
A raíz de la orden emitida por el gobierno de Buenos Aires y finalmente desobedecida por Belgrano, los oficiales salteños pudieron observar que los gobiernos de Buenos Aires estaban dispuestos a sacrificar inclusive una provincia para salvar su propia situación política. Desde entonces, sus lealtades estuvieron orientadas más hacia los jefes que operaban en el norte —como los generales Belgrano y San Martín cuando ocuparon la jefatura del Ejército del Norte. Apoyaría también a San Martín cuando éste planeó su «plan continental», que consistía en destruir el núcleo de la resistencia y las ofensivas realistas en Lima, atacándola desde Chile.
Tercera campaña al Alto Perú e inicio de la Guerra Gaucha
Tras el fracaso de la segunda expedición auxiliadora al Alto Perú dirigida por Belgrano, Güemes fue ascendido a teniente coronel y enviado al norte, a incorporarse a las divisiones de caballería del Ejército del Norte en San Miguel de Tucumán. San Martín lo nombró al mando de la vanguardia, en reemplazo de Manuel Dorrego, quien había sido sancionado y desterrado por indisciplina. San Martín le encomendó el mando de la avanzada del río Pasaje o río Juramento, en Salta, donde el Ejército del Norte y todo su Estado Mayor, liderado por Belgrano, había jurado obediencia a la Asamblea del Año XIII y a la Bandera Nacional. Poco después, asumió también el mando de las partidas que operaban en el Valle de Lerma. De este modo iniciaba la Guerra Gaucha contra los realistas, ayudado por líderes patricios, regimientos de Patriotas, Pardos y Morenos, Dragones formados por Belgrano y gauchos de las provincias de Salta, Jujuy y Tarija como Luis Burela, Apolinario Saravia, José Ignacio Gorriti o Pablo Latorre.
Por diferencias con Rondeau, las fuerzas de Güemes se retiraron a combatir en la Puna jujeña y el norte de Salta, mientras que el Ejército del Norte, avanzaron hacia el Alto Perú. Estas diferencias dejaron en difícil posición de recursos y comunicaciones al Ejército del Norte, que se mostró débil para combatir a los realistas. Al pasar por Jujuy, Güemes tomó el armamento que había dejado el Ejército del Norte en su avance.
Rondeau contaba con la ventaja de que el ejército realista había sido dividido en dos, y que la mayor parte había ido a enfrentar la rebelión del Cuzco de 1814; pero ésta fue derrotada rápidamente, por lo que debió enfrentar al grueso del ejército enemigo y fue derrotado en la batalla de Sipe Sipe, cerca de Cochabamba. Por otro lado, si bien la mayor parte de sus oficiales habían combatido a órdenes de Belgrano en el Alto Perú, algunos otros —y el propio Rondeau entre ellos— no tenían experiencia ni estaban formados para librar batallas en zona montañosa y con quebradas; las tácticas europeas de lucha convencional de llanura no fueron efectivas para el Ejército del Norte.
La vuelta de Güemes a Salta se debía, además de a motivaciones militares, también a razones políticas: el gobierno central recaudaba toda clase de auxilios de la provincia de Salta, pero éstos eran exclusivamente para el Ejército del Norte, que cada vez que era derrotado se replegaba sobre Tucumán, dejando a Salta inerme y empobrecida. Por otro lado, parte importante de los miembros de la élite salteña preferían mantener sus antiguos negocios con el Alto Perú, para lo cual necesitaban que Potosí y Salta estuvieran bajo el mismo gobierno, y la defensa fronteriza que ejercía Güemes era un obstáculo. Ese grupo, que más tarde se autodenominaría la «Patria Nueva» no era necesariamente afín a los realistas, pero si la reconquista del Alto Perú se demostraba imposible, entonces preferirían a éstos.
Desde abril de 1815, la noticia del derrocamiento del director supremo Carlos María de Alvear encontró en Salta una situación política crítica: el gobernador Hilarión de la Quintana había acompañado a Rondeau en la campaña al Alto Perú, dejando un delegado que a su vez había delegado el mando en el alcalde de primer voto del cabildo colonial. Además, la revolución había nombrado director supremo al propio Rondeau, que ejerció ese cargo solamente en las provincias del norte, mientras que en la capital, Córdoba y en Cuyo gobernó el sustituto Ignacio Álvarez Thomas, y las provincias del Litoral se iban levantando contra el gobierno central formando gobiernos federales bajo la dirección de José Artigas.
Güemes llegó a Salta, y la presencia de sus milicianos gauchos alentó al pueblo, que salió a la calle a pedir al cabildo el nombramiento de un gobernador titular. Además de ser el único candidato a la vista, Güemes tenía a su favor la presencia de su hermano mayor, el doctor Juan Manuel de Güemes, uno de los alcaldes del cabildo para ese año, que eligió a Martín Miguel de Güemes con el título de gobernador intendente de Salta, jurisdicción integrada entonces por las ciudades de Salta, San Salvador de Jujuy, Tarija, San Ramón de la Nueva Orán y varios distritos de campaña. Era la primera vez que las autoridades de Salta eran elegidas por los propios salteños.
Impuso contribuciones patrióticas al pueblo salteño y jujeño, especialmente a los comerciantes y hacendados, que ya venían siendo demandados desde el Éxodo Jujeño. Esta medida fue resistida por el sector más acaudalado y con fuertes vínculos con el Alto Perú, que empezó a formar una oposición denominada «Partido de la Patria Nueva» en Salta. Además de españoles, había familias criollas con fuertes lazos comerciales y familiares con el Virreinato del Perú, por entonces foco realista en América. Este sector —si bien no estaba enfrentado a la causa del gobierno patrio— era partidaria de firmar acuerdos para evitar invasiones, lograr la paz y evitar onerosas contribuciones patrióticas.
Sin embargo, Güemes contó con el apoyo de su hermana María Magdalena «Macacha» Güemes, de su madre la jujeña María Magdalena Goyechea, perteneciente al «Clan de los Infinitos», denominada «La Tesorera» y muchas familias patricias españolas y criollas de Salta y Jujuy afines con la causa patriótica y por parentesco con Güemes, por ejemplo los Gorriti, el noble marqués de Yavi, Juan José Feliciano Fernández Campero, dueño de vastos dominios en la Puna jujeña y Tarija, los Puch, los Del Portal, los Goyechea, los Saravia, los Latorre, quienes integrarían el partido de «la Patria Vieja».
El cabildo de Jujuy aceptó la autoridad de Güemes como gobernador de la provincia, pero nombró su propio teniente gobernador, Mariano de Gordaliza. Por parte de su madre Magdalena Goyechea, Güemes tenía fuertes lazos también con los patriotas jujeños, como sus lugartenientes José Ignacio Gorriti en la ciudad de Jujuy y el Pachi Gorriti en el Valle de Lerma. En la Puna y Tarija contaba con el apoyo del patriota y coronel Juan José Feliciano Fernández Camperomarqués de Yavi, baluarte de la causa patriótica. El mismo era el hombre de confianza de Belgrano, como puede verse en la correspondencia entre ambos.
Dos semanas después de asumir el gobierno, el 15 de julio de 1815, Güemes contrajo matrimonio en la catedral de Salta con Carmen Puch, hija de un rico comerciante vasco y vecino de Salta, Domingo Puch Izuleta, que supo también transformarse en sostén de la causa patriótica. Con su cónyuge tuvo tres hijos: Martín, Luis e Ignacio.
Pacto de Cerrillos. Conflicto con Rondeau
Poco después de la llegada de Güemes al poder, llegaron al norte algunos refuerzos al mando de Domingo French, consistentes en dos regimientos, al mando de éste y de Juan Bautista Bustos. Güemes, suponiendo —con fuertes razones para hacerlo— que intentarían derrocarlos, los negó el paso. No obstante que igualmente no habrían llegado a combatir en Sipe Sipe, al retroceder hacia el sur, Rondeau supo que las armas que había dejado en Jujuy estaban en manos de Güemes y que sus refuerzos habían sido detenidos, de modo que lo imputó como traidor ante el Directorio. En cierta forma, lo hizo también para justificar las derrotas sufridas y el consiguiente desánimo del Ejército que dirigía.
A continuación, Rondeau marchó sobre Salta y puso sitio a la ciudad; no obstante, los gauchos de Güemes cercaron a su vez a su ejército en las afueras de la capital provincial, hasta que el jefe del Ejército del Norte terminó por firmar con Güemes el denominado Pacto de los Cerrillos, reconociéndolo como Gobernador y encargándole la defensa de la frontera noroeste. Rondeau se retiró a Tucumán, y pocos semanas más tarde fue reemplazado como director supremo por Antonio González Balcarce, y poco después por Juan Martín de Pueyrredón. Como jefe del Ejército del Norte quedó nuevamente en manos de Belgrano.
El Pacto de los Cerrillos aseguró la situación de los territorios controlados hasta ese momento por los patriotas argentinos pero, a partir de entonces, Güemes debió afrontar solamente con los recursos económicos y humanos de su provincia la defensa del Norte.
Con algunos cuerpos militares profesionales, con los Infernales (denominación dada por Güemes al cuerpo de gauchos), fabricación de pólvora y obuses en Jujuy y Salta, combates cortos y violentos de la caballería de los heroicos gauchos del Noroeste Argentino, que ya estaban entrenados en las batallas de Tucumán y Salta, se libraron 237 batallas en suelo salteño y jujeño —registradas por el historiador y coronel Emilio Bidondo— y se rechazaron 10 invasiones realistas —según los historiadores Mitre, Ricardo Rojas y Atilio Cornejo.
El 3 de agosto de 1816 el general Belgrano le envió una carta, siendo esta la correspondencia más antigua que se conserva entre ambos próceres.Mi estimado paisano y amigo:
El Congreso me ha pasado una representación de usted y otra del Marqués para auxilios. En cuanto al dinero que usted solicita, dispondré inmediatamente, y en cuanto a los caballos se harán las más vivas diligencias para obtenerlos, lo que me parece difícil es que estén gordos en la estación presente como Ud. sabe; pero no quedará por falta de encargo, y presenciar lo que se mande. El pensamiento de Ud. es excelente; conviene animar la moral del soldado con pequeñas victorias y creo que tal vez pueda tener Ud. una que le llene de gloria y no menos restituya el concepto a nuestras armas que por desgracia está muy abatido. Me apuran los instantes, y sólo puedo decir a Ud. que soy su Manuel Belgrano.
Toda la población participaba en la lucha: los hombres actuaban como guerreros, mientras que las mujeres, los niños y los ancianos lo hacían como espías o mensajeros. Las emboscadas se repetían en las avanzadas de las fuerzas de ataque, pero más aún en la retaguardia y en las vías de aprovisionamiento. Cuando los realistas se acercaban a un pueblo o a una hacienda, los habitantes huían con todos los víveres y el ganado, junto a todo lo que pudiese ser útil al enemigo. Esta clase de lucha fue efectiva, pero arruinó la economía salto jujeña, dependiente del comercio de efectos de Castilla, mulas y carretas hacia el Alto Perú. Las clases populares preferían la independencia y este descalabro económico a las crueldades de los realistas. Entre la clase de hacendados patriotas de Salta y Jujuy también tuvo un gran apoyo, aunque no todos sus miembros preferían sacrificar sus intereses económicos.
Por su parte, el Ejército del Norte lo apoyó con pequeñas partidas de militares profesionales y con una campaña de distracción al mando del coronel Gregorio Aráoz de Lamadrid, que llegó hasta Chuquisaca, pero que terminó en un desastre. Finalmente, el gobierno de Pueyrredón dedicó todos sus esfuerzos por volver a la obediencia a las provincias federales y a apoyar la campaña libertadora de San Martín a Chile y el Perú.
No hubo ningún apoyo económico del Directorio, de modo que las contribuciones patrióticas locales fueron comunes como forma de sostener la Guerra Gaucha. También se vio obligado a emitir moneda propia: desde 1817, Güemes permitió la circulación en el noroeste argentino de moneda de plata de baja ley creada por particulares —conocidas como “moneda de Güemes” o “moneda feble”— con artículos de plata extraídos de bienes de simpatizantes realistas y de las iglesias, que luego legalizaría el 26 de octubre de 1817 mediante una contramarca formada por un monograma que decía «Patria». Pero como los comerciantes se negaban a recibirla por haber sido expresamente prohibidas por el director Supremo, fueron invalidadas el 24 de mayo de 1818, aunque quizá hayan circulado ilegalmente hasta 1819. El área en donde se usaron dichas monedas incluía a los actuales territorios de Tarija, Atacama, Jujuy, Salta, Tucumán, Catamarca y Santiago del Estero.
Las milicias de Güemes contaban con una organización militar reglada, cuyo origen se remontaba al Ejército del Norte belgraniano y las batallas de Tucumán y Salta, cuando Belgrano creó diversos cuerpos militares:
Y no hay que obviar la introducción de cuerpo de Ingenieros, que ya había formado Belgrano en el [Ejército del Norte con el Barón de Holmberg y que en 1817 seguía formando parte del Estado Mayor con el ingeniero Felipe Bertrés, fundamentales para la estrategia y logística del campo.
Contra la versión historicista rioplatense de que la Guerra Gaucha fueron milicias desorganizadas formada por las montoneras y gauchos, puede verse que Güemes, militar de profesión, siguió el ejemplo de Belgrano y San Martín.
Las milicias de Güemes contaban con un Estado Mayor y cuadros superiores organizados, entre los que se encontraban el marqués de Yavi en la Puna y Tarija, el coronel Pérez de Uriondo, responsable militar de Tarija, el general Manuel Arias, a cargo de Orán, y el coronel José María Pérez de Urdininea, proveniente de las filas del Ejército del Norte, en Humahuaca. En el valle de Jujuy estuvieron los coroneles Domingo Arenas, ubicado en Perico, y el teniente coronel Eustaquio Medina, a cargo del río Negro. Más movilidad tenían otros jefes, como José Ignacio Gorriti, Pablo Latorre o José Antonio Rojas. El frente de combate a su cargo tenía una extensión de más de setecientos kilómetros, desde la localidad de Volcán, en Jujuy, hasta más allá de San Ramón de la Nueva Orán. Dicho frente se conoció como Línea del Pasaje.
El papel de Güemes en el conjunto era el de organizar la estrategia militar general y financiarla, además de asumir el mando político de toda la Intendencia de Salta del Tucumán y tratar de mantener la unidad entre los caudillos de cada provincia, que comenzaban a buscar su propia autonomía —algunos firmando armisticios por separado con los realistas, como los Uriburu en Salta— y otros a rebelarse por las contribuciones patrióticas a la Guerra Gaucha.
Sus detractores y algunos historiadores del siglo XIX lo acusaron injustamente de cobardía por no entrar en batalla siempre con sus milicias. Otros reconocen motivos distintos: además de la posición estratégica y política que debía mantener, se ha afirmado que Güemes era hemofílico, por lo que cualquier herida menor resultaría mortal; apoya esta hipótesis el hecho de que moriría desangrado tras varios días de agonía, por la herida de fusil infligida en la celada que los realistas y partidarios realistas le tendieron en Salta en 1821.
Las invasiones realistas entre 1816 y 1821
El general Pezuela, que había vencido a Belgrano y Rondeau, se retiró a Lima para asumir el mando del Virreinato del Perú. Al frente del Ejército Real del Perú quedó el experimentado mariscal José de la Serna e Hinojosa, recientemente arribado desde España con gran cantidad de refuerzos. Primeramente debió vencer a las «republiquetas», grupos autónomos que operaban en el Alto Perú, lográndolo con mucha dificultad; pero tras la ejecución de líderes poderosos y prestigiosos como los coroneles Manuel Ascensio Padilla e Ignacio Warnes, inició su marcha al frente de 5500 veteranos de guerra. Ocupó sucesivamente Tarija, Jujuy y Salta, y desde allí ocupó también los pueblos de Cerrillos y Rosario de Lerma. Güemes ocupó la Quebrada de Humahuaca con sus tropas, aislando al ejército realista de sus bases, y rodeó la ciudad de Salta, dejando a los invasores sin víveres. Cada vez que los realistas salían de las ciudades de Salta y Jujuy eran atacados reiteradamente —en ocasiones, varias veces al día— por ataques rápidos de los gauchos, que imposibilitaban al enemigo retirarse con el botín de sus saqueos y causaban sensibles bajas en sus filas. Así fue que sus subordinados vencieron a uno de los regimientos españoles en el combate de San Pedrito —actualmente un barrio de la ciudad de Jujuy— y el propio Güemes a numerosas fuerzas en la batalla del Bañado, cerca de Salta, entre otros combates menores. De la Serna se vio obligado a retirarse, hostigado continuamente por las partidas gauchas.
Gauchos de Güemes.
Meses después, el general Pedro Antonio Olañeta, Mariscal de Campo del Ejército Realista, volvió al ataque y capturó al lugarteniente de Güemes en Jujuy y Tarija, el coronel Fernández Campero, marqués de Yavi, pero esta nueva invasión pudo ser rechazada.
Desde el 11 de junio de 1817, también el territorio de Chichas quedó bajo el control de los independentistas. Aunque poco después sufrieron una nueva invasión realista desde el norte en 1818, dirigida por Olañeta y Valdés, y otra más en 1819, comandada por Olañeta.
Otra invasión realista importante fue la que mandó De la Serna, a mando del general Juan Ramírez Orozco, que en junio de 1820 avanzó con 6500 hombres y tomó Jujuy y Salta. Como en todas las invasiones anteriores y posteriores, los gauchos de Güemes obligaron a sus enemigos a retroceder, no sin sufrir pillajes y saqueos.
Güemes había acordado con San Martín sobre la estrategia de atacar Perú —donde estaba el foco realista— desde Chile, convencidos ambos tras las diversas expediciones al Alto Perú que ese territorio no era de fácil conquista. Para ello era necesario realizar el Cruce de los Andes y como necesidad básica, San Martín precisaba tener las retaguardia en la frontera Norte (Salta, Jujuy y Tarija) cubierta, con fuerzas activas capaces de contener y vencer a De la Serna y Olañeta, manteniendo así lejos de Lima un importante contingente realista. La persona más indicada para dirigir esas operaciones era Güemes, y San Martín lo nombró general en jefe del Ejército de Observación. El salteño estaba continuamente informado sobre los movimientos de San Martín en la campaña del Pacífico, y cuando este desembarcó en la costa peruana, decidió avanzar hacia el Alto Perú.
Desde 1812, la Intendencia de San Miguel de Tucumán había debido sostener económicamente y con alimentos al inmovilizado y disminuido Ejército del Norte, acantonado allí. Cuando la mayor parte de esas tropas marcharon hacia el sur para enfrentar a los federales, los líderes tucumanos continuaron sosteniendo la pequeña guarnición dejada allí por Belgrano, a la espera de su regreso tras la prometida fácil campaña contra éstos, que no llegó a producirse. De esta manera, Tucumán logró algún grado de recuperación económica, y no apoyó de ninguna forma a la provincia de Salta, que cargaba con el peso de la guerra.
Desde comienzos del año 1820, con la expansión de la llamada Anarquía del Año XX, Güemes ya no podía contar con el gobierno central, que se había disuelto en febrero de 1821. Del Ejército del Norte, sublevado en la provincia de Santa Fe poco antes, quedaban sólo pedazos: la mayor parte fue a estacionarse en la provincia de Córdoba bajo el mando del nuevo gobernador Bustos, mientras que pequeñas porciones habían sido enviadas a Buenos Aires, Santiago del Estero y a Tucumán. Al frente de esta última partida llegó a la capital tucumana el teniente coronel Alejandro Heredia, también tucumano. A principios de 1820, el gobernador tucumano Bernabé Aráoz —el mismo que había acompañado a Belgrano en la batalla de Tucumán— había organizado una «República del Tucumán», que debía incluir también a Catamarca y Santiago del Estero. Heredia esperaba que lo ayudara a reconstruir el Ejército del Norte, pero Aráoz prefirió conservar sus recursos para aplastar la oposición interna, tanto en la capital como en Catamarca y Santiago del Estero. De modo que Heredia continuó su camino hacia Salta con una pequeña partida de soldados y oficiales. Poco después, en efecto, tras un primer fracaso, Santiago del Estero volvió a sublevarse bajo el mando del coronel Juan Felipe Ibarra, que asumió el cargo de gobernador de la [provincia de Santiago del Estero]].[9] Aráoz dirigió un importante ejército contra él, pero debió retroceder debido a las noticias llegadas desde Salta.
Ibarra pidió auxilio a Güemes para sostener la autonomía de su provincia contra Aráoz. El gobernador salteño exigió que se le remitiera todo el personal y armamento del Ejército del Norte, convencido de que Tucumán debía colaborar con la Guerra Gaucha, y que nunca lo había hecho. Aráoz se negó, por lo que Güemes envió una división de 2000 hombres provenientes de Salta, San Carlos y Rosario de la Frontera, que partió rumbo a Tucumán a fines de febrero; dejando temporalmente el frente de Salta, Jujuy y Tarija indefenso a mano de los realistas dirigidos por Pedro Antonio Olañeta|Olañeta. Las fuerzas de Güemes, dirigidas por Alejandro Heredia, sufrieron una completa derrota en la batalla de Rincón de Marlopa, del 3 de abril de 1821. Pese a que los salteños lograron ocupar San Fernando del Valle de Catamarca, se vieron obligadas a retirarse, tras lo cual esta ciudad y su jurisdicción quedaron nuevamente sometidas a Tucumán hasta 1823. Pero, gracias a la campaña de Heredia, Ibarra logró expulsar definitivamente a los tucumanos de Santiago del Estero. La República del Tucumán desapareció definitivamente en agosto de 1821 y la provincia quedó sumida en el caos.
Estas luchas internas restaban recursos económicos y militares para el plan delineado por San Martín y sostenido por Güemes, de defender la frontera hasta la conquista de Lima y luego avanzar sobre el Alto Perú.
Güemes no participó en la campaña de Heredia, pero debió recorrer el interior de la provincia en su apoyo. Aprovechando esta situación, las fuerzas realistas comandadas por Olañeta invadieron nuevamente Salta y Jujuy. El 24 de mayo de 1821 estalló en Salta la llamada Revolución del Comercio, dirigida por la facción denominada «Patria Nueva», formada por ricos hacendados criollos y funcionarios españoles, cansado de pagar las contribuciones patrióticas que requería el Gobernador Güemes, de los perjuicios de la guerra en el comercio e indefensos ante la ausencia de las milicias güemesinas. Encabezada por el cabildante Evaristo de Uriburu, depuso a Güemes de cargo de gobernador de la provincia y firmó un Armisticio con Olañeta, que inició la marcha del ejército realista hacia Salta.
Al regresar Güemes a Salta, los revolucionarios se dispersaron y el gobernador recuperó su cargo. Si bien permitió —por única vez— que sus gauchos saquearan los comercios y haciendas de la facción realista, lo que fue criticado como acto barbárico.
Desde Yavi, Olañeta envió al mando del oficial José María Valdez, alias «Barbarucho», una partida de 300 hombres, acompañado por miembros de la familia realista Archondo, que avanzó por la Puna —por el «camino del despoblado»— y bajó de la sierra directamente sobre Salta por la Quebrada del Toro. Al caer la noche del 7 de junio, los realistas ingresaron a Salta. Sorprendido, Güemes intentó una defensa, pero fue rodeado por los invasores en el Tagarete del Tineo, lugar de la actual calle Balcarce, y herido de bala en un glúteo.
Algunos historiadores —Frías entre ellos— suponen que tanto el aviso al realista Olañeta de la presencia de Güemes en su casa familiar de Salta, como la inadvertida llegada del Barbarucho a Salta, como la celada en sí, no hubiera podido ser posible sin la connivencia de los enemigos de Güemes, de la facción de la «Patria Nueva».
Tras reunir unos pocos seguidores, Güemes llegó hasta una hacienda a dos leguas al sudeste de la ciudad, en plena selva. Agonizante, pocos días después recibió a dos oficiales realistas que le ofrecieron trasladarlo a Buenos Aires, donde recibiría el mejor tratamiento, con la condición de ordenar el alto el fuego contra los realistas y respetar el Armisticio espurio que había firmado la facción de la «Patria Nueva» con Olañeta. Sin responder a los enviados y en su presencia, Güemes reunió a sus oficiales y les pidió que jurasen que nunca aceptarían «ningún tipo de trato para beneficiar al enemigo en suelo patrio»; pedido que fue respondido con el entusiasta juramento de los oficiales y gauchos salteños.
Güemes murió el 17 de junio de 1821, a los 36 años de edad, en la Cañada de la Horqueta, cerca de la ciudad de Salta. No es seguro que la causa de su muerte haya sido la hemofilia, aunque su larga agonía parece indicarlo. En el momento de su muerte yacía a la intemperie sobre un catre improvisado por el capitán de gauchos Mateo Ríos. Luego su cadáver fue inhumado en la capilla del Chamical. Martín Miguel de Güemes fue el único general patriota caído en territorio argentino en la Guerra de la Independencia contra los realistas.
Desde que supo de la muerte de su esposo, Carmen Puch se encerró en su habitación de la finca de su familia, sin recibir ni responder a nadie. Falleció el 3 de abril de 1822, a los 25 años de edad, y la tradición afirma que se dejó morir de hambre.
La Municipalidad de Corrientes aplicó una sanción de 480.000 pesos por un caso de tenencia irresponsable y maltrato animal, el segundo que se resuelve a través de los Tribunales Administrativos de Faltas, en el marco del nuevo Código de Convivencia.
El hecho ocurrió cuando un equino hembra fue encontrada desplomada en la vía pública, visiblemente malnutrida y con signos de sobrecarga. Tras la intervención del personal municipal, veterinarios y la policía, el animal fue rescatado, asistido y posteriormente liberado en un campo adoptante, lejos de la ciudad.
Las actuaciones fueron elevadas a la Administración General de los Tribunales Administrativos de Faltas y al Servicio Jurídico Permanente de la Municipalidad, recayendo en el Juzgado de Faltas N.° 4, a cargo de Luciano Cabrera, que dispuso la máxima sanción económica prevista para este tipo de infracciones.
El secretario de Coordinación de Gobierno de la Municipalidad, Hugo Calvano, destacó la importancia del caso como parte del avance en la protección animal en la ciudad. «Este es el segundo caso de maltrato animal que se lleva adelante en los Juzgados de Faltas, y marca un precedente importante», sostuvo.
«Con el nuevo Código de Convivencia que se sancionó el año pasado, se incorporaron nuevos derechos y obligaciones, y entre ellos, el derecho al bienestar animal. En este caso, el juez aplicó la normativa vigente y las leyes nacionales, dando una sanción ejemplar, tanto en términos legales como económicos», explicó el funcionario.
Respecto al caso, detalló: «Fue una yegua de raza criolla. Gracias a la advertencia de vecinos que llamaron al 147, la encontramos desplomada. El animal había sido abandonado por sus tenedores cuando no pudo levantarse». Añadió que, al llegar al lugar, «el personal municipal constató signos claros de maltrato, especialmente por desnutrición, y que el desplome se debió al peso que cargaba en el carro».
Calvano también subrayó el valor del trabajo conjunto: «Esto fue posible gracias a los vecinos que llamaron, al personal que intervino, a la policía que brindó asistencia, y a un Tribunal que no miró para otro lado, sino que actuó con responsabilidad».
Como antecedente, recordó el caso de la mona carayá en el barrio Montaña, que era agredida por un vecino. «También pudimos actuar en ese caso, hubo una sanción ejemplar y logramos que el animal se recupere en el Centro Aguará y pueda seguir su vida en libertad», remarcó el funcionario.
Gabriela Valenzuela senadora nacional por Corrientes diálogo con Gerónimo Vega en el estadio de fútbol de Sociedad Sportiva Esquinense , comentó que está apoyando fuertemente a la segunda edición de la fiesta del Dorado esquinense , en esta oportunidad vino con un equipo de TV Cenado para mostrar todo lo que tiene Esquina , la fiesta Nacional del Pacú , la fiesta del Dorado Esquinense , mostrando la empanada de pacú , pacúa a la parrilla entre otros menú , tomando las mejores imágenes de la fiesta que hoy convoca a esquinenses , correntinos , argentinos y también a personas que vinieron del viejo continente Europa especialmente de España , en esta oportunidad hubieron 292 embarcaciones y más de 1000 participantes todo un éxito.
La senadora nacional por Corrientes Valenzuela comentó que renunció al aumento de su dieta.
Tambien recibió la visita del gobernador correntino Dr Gustavo Adolfo Valdez en su despacho , dialogaron durante una hora y media de Esquina , de la provincia , de los proyectos y temas de agenda del senado nacional.
En la parte política Valenzuela manifestó que está en el proyecto Vamos Corrientes a nivel provincial y en el orden local con la alianza Vamos Corrientes Esquina , ya pudo dialogar con el candidato a intendente contador Arnoldo Rohner y están coordinando un par de actividades juntos.